Así participan los medios en la deslegitimación del Gobierno Petro
- Acta Diurna
- hace 5 horas
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Por: Stella Ramirez G.

No deja de asombrarme —y preocuparme— la facilidad con la que algunos funcionarios del gobierno caen en la trampa de los grandes medios de desinformación. Aceptan entrevistas con 'figuras' como Luis Carlos Vélez, María Jimena Duzán, un tal Alvira o Vicky Dávila cuando estaba en Semana, entre otros, que han demostrado, una y otra vez, su intención de manipular, tergiversar y ridiculizar. Van a sus sets como si fueran a una conversación seria, cuando en realidad están entrando en una emboscada.
¿Qué lógica puede haber detrás de este acto repetido de masoquismo? ¿De verdad creen que tendrán la oportunidad de explicar sus ideas con serenidad? ¿Ignoran, acaso, que esos espacios están diseñados para la trampa, para el titular venenoso, para la edición maliciosa?
Lo más triste es que no se trata de ingenuidad. En muchos casos es vanidad. Les seduce el foco, el nombre del canal, el ego de ser "entrevistado" por una figura rimbombante. Y se olvidan de que esas cámaras no están ahí para escuchar, sino para hundir. Se olvidan de que los micrófonos en manos de ciertos medios no amplifican verdades, sino que fabrican mentiras convenientes al poder de siempre.
¿O acaso no es evidente que lo que buscan medios como Semana, La FM, La W, Caracol Radio, El Tiempo o Noticias RCN es minar la legitimidad del Gobierno, sembrar dudas, instalar narrativas de crisis y corrupción, incluso donde no las hay? ¿Cuántas veces hemos visto titulares sin contexto, preguntas con veneno y cortes de entrevistas que distorsionan el sentido de lo dicho?
Y lo saben, lo saben muy bien quienes hoy están en el Gobierno. Lo vivieron desde la campaña, lo han sufrido con cada reforma, con cada decisión, con cada intento de cambio real. Entonces, ¿por qué siguen yendo a esos escenarios hostiles? ¿Por qué les prestan su imagen y su voz a esos medios que los desprecian?
No se trata de evitar el escrutinio. Nadie está diciendo que no deban responder ante la ciudadanía. Pero hay una gran diferencia entre rendir cuentas y someterse al circo del linchamiento mediático. Entre construir democracia y prestarse al juego perverso de los que solo quieren verla arder.
Es tiempo de entender que hay que hablarle al pueblo directamente, sin intermediarios contaminados. Las redes sociales, los medios comunitarios, los espacios alternativos —que muchos desde el poder siguen despreciando— son hoy más necesarios que nunca. Porque son esos los lugares donde aún se puede conversar sin guillotinas editoriales.
Seguir regalándole legitimidad a los medios del poder económico es, en el mejor de los casos, ingenuo. Y en el peor, un acto cómplice. El país no necesita más funcionarios entregando su dignidad al espectáculo del odio.
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