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Los experimentos más fascinantes sobre la vida en el espacio



Desde que Neil Armstrong se convirtió en el primer hombre en pisar la Luna el 20 de julio de 1969, uno de los grandes desafíos de la humanidad ha sido estudiar el espacio y las condiciones de vida sin gravedad. La Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) se ha convertido en un laboratorio científico flotante. De los más de 3.000 experimentos realizados en ella, analizamos los más llamativos y sus resultados.



Un gemelo en el espacio y otro en la Tierra


Scott Kelly vio con su familia el alunizaje del Apolo 11 en la televisión. Más de cuatro décadas más tarde, en 2015, se convirtió en el primer estadounidense en pasar casi un año a bordo de la Estación Espacial Internacional. La NASA pretendía estudiar cómo el cuerpo humano se adapta a períodos prolongados en el espacio. Para ello, analizó cómo el viaje afectó a su salud comparándola con la de su hermano gemelo, Mark Kelly, también astronauta, pero que se quedó en la Tierra.


Todos los hallazgos han sido publicados en la reputada revista Science. Entre los más sorprendentes, los investigadores citan cambios en la longitud de sus telómeros. Según la NASA, “los telómeros protegen nuestros cromosomas, como los mangos de plástico protegen las cuerdas para saltar”. Mientras que su longitud tiende a acortarse a medida que envejecemos, en el espacio los de Kelly se alargaron. Pero, al regresar a Tierra, volvieron a los promedios anteriores al vuelo en poco tiempo.


Además de algunos cambios en los microorganismos intestinales y daños en el ADN por la exposición a la radiación fuera de la atmósfera terrestre, su masa corporal disminuyó un 7% en el espacio. “Esto probablemente se deba al aumento del ejercicio y la nutrición controlada durante su misión, pero también consumió alrededor de un 30% menos de calorías de lo que anticiparon los investigadores”, indica la NASA. Kelly también experimentó algunos cambios oculares. Dos tercios de los astronautas regresan del espacio con miopía, según un artículo presentado en la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Radiología. En teoría esto se debe a cambios en el líquido cefalorraquídeo —que se encuentra en el cerebro y la médula espinal— por la falta de gravedad.

Moscas, ratones, arañas y otros animales en órbita


La perra Laika fue el primer ser vivo terrestre en orbitar la Tierra. Lo hizo a bordo de la nave soviética Sputnik 2, el 3 de noviembre de 1957. Pero años antes otros animales ya habían llegado al espacio en vuelos suborbitales —vuelos concebidos para abandonar la atmósfera terrestre, pero sin dar una vuelta completa a la Tierra—. Es el caso de las moscas de la fruta, que Estados Unidos envió en 1947 a bordo de un cohete V-2 capturado diseñado por la Alemania Nazi. En menos de 200 segundos (algo más de tres minutos), alcanzaron una altitud de aproximadamente 110 kilómetros, antes de regresar a la Tierra en una cápsula paracaídas.


Estos animales han vuelto en más ocasiones al espacio y, además, son comunes en los laboratorios de genética. Esto se debe a que son “sorprendentemente parecidos a los humanos”, según la bióloga Sharmila Bhattacharya: "Aproximadamente el 77% de los genes de enfermedades humanas que se conocen tiene una contrapartida identificable en el código genético de las moscas de la fruta, y el 50% de las secuencias proteicas de la mosca tiene análogos en los mamíferos".



Su pequeño tamaño las hace ideales para competir con otros experimentos de investigación biomédica. Según destaca un artículo publicado en Nature, “miles de moscas de la fruta se pueden alojar en un pequeño casete, de tamaño similar a una baraja de cartas”. En los últimos años, se ha estudiado por qué estos animales tienen sistemas inmunológicos comprometidos al criarse en el espacio o cómo se ve afectado su sistema cardiovascular.


Al espacio se han mandado muchos otros animales. El macaco rhesus Albert II, se convirtió en 1949 en el primer mamífero en volar al espacio. Además, se han realizado experimentos con tortugas, ratones, gatos, arañas, ranas e incluso peces. Mención especial merecen los tardígrados, también llamados osos de agua. Estos organismos microscópicos pueden sobrevivir varios días a la exposición al vacío, el frío y la radiación del espacio.


Microbios que sobreviven años en el espacio


También existen algunas bacterias que pueden sobrevivir años en el espacio, fuera de una nave espacial, según una investigación publicada en la revista Frontiers in Microbiology. Un grupo de investigadores japoneses desplegaron varias colonias de dos bacterias —la Deinococcus aerius y la Deinococcus radiodurans— de diferente grosor en el exterior de la Estación Espacial Internacional. Tras 1.126 días expuestas a la intemperie, las primeras no soportaron el experimento. Pero las D. radiodurans con un grosor de 0,5 micrómetros presentaron una viabilidad similar a las cultivadas en la Tierra. Las bacterias más expuestas al exterior habían muerto y actuado como un escudo para las internas. Uno de los objetivos de esta investigación es analizar la viabilidad de la panspermia, la hipótesis de que la vida podría haber viajado entre planetas.



Existen muchos otros experimentos para observar cómo se comportan los microbios en el espacio. El proyecto BioAsteroid, patrocinado por la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), estudia si los microbios que crecen en la superficie de las rocas pueden descomponerlas gradualmente y extraer minerales y metales útiles. El investigador de bioasteroides y profesor del Centro de Astrobiología de Reino Unido en la Universidad de Edimburgo, Charles Cockell, subraya que “los microbios han estado extrayendo elementos durante 3.500 millones de años, mucho antes de que aparecieran los humanos".


“La civilización se construye sobre elementos que han sido excavados en la corteza de la Tierra”, afirma. Todos estos elementos se han utilizado a lo largo de la historia para crear múltiples máquinas: de naves espaciales a móviles u ordenadores. Aún se desconoce el potencial de estos organismos para la creación de otros aparatos. Tal y como subraya la NASA, “quizás en el futuro, la humanidad tendrá rocas espaciales y, por supuesto, mineros microbianos a quienes agradecer las colonias espaciales y las nuevas tecnologías”.

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