Hablar de las salinas de Galerazamba es sumergirse en una historia que combina la naturaleza, la ciencia y la tradición. Esta extensión de 323 hectáreas, rodeada por las aguas del mar Caribe y dotada de un ecosistema único, ha sido durante más de 80 años un bastión económico; sin embargo, hoy su futuro está marcado por desafíos naturales y humanos que amenazan con transformar la majestuosidad de su paisaje en un recuerdo distante.
Gabriel Cabrales, gerente y representante legal de la firma Cabrales Paffen SAS, es una de las voces autorizadas para hablar sobre las salinas. Con 35 años de experiencia en la zona, Cabrales ha sido testigo del proceso de transformación y deterioro de esta industria, que comenzó con un ambicioso megaproyecto en los años 40, pero que hoy enfrenta un futuro incierto.
En una conversación con El Universal, Cabrales desentrañó los secretos de las salinas de Galerazamba. “Esto no es una mina de sal, es una extensión de tierra que interactúa con la naturaleza”, señala, refiriéndose al ciclo natural que rige la producción de sal.
“La salina tiene que producir todos los años. Nace, crece, se reproduce y muere, como un cultivo de yuca o plátano. Es un ciclo que dura entre 10 y 11 meses. Si no se cuida adecuadamente, las cosechas no se dan”, explica Cabrales, dejando claro que el manejo adecuado de los recursos naturales es fundamental para garantizar la producción de sal.
Para él, las limitaciones de las salinas son claras: su entorno debe mantenerse en equilibrio. “El agua de mar debe entrar, el sol debe brillar, la brisa debe soplar, y cuando llueva, la lluvia debe ser evacuada adecuadamente. Si el agua queda estancada, la sal se pierde”, afirma. Esta relación de simbiosis entre la salina y su entorno natural ha funcionado de manera eficiente durante generaciones, pero la falta de cuidados y el desorden en la gestión de estos recursos están causando estragos.
Cambio climático y acción humana amenazan la Salina
Las invasiones, el desmedido crecimiento urbano y la falta de mantenimiento de los canales, elementos claves en el sistema de salinas, son algunos de los principales problemas que Cabrales menciona. “Los canales son como los de la ciudad. Si no se limpian ni se cuidan, el deterioro comienza. He sido testigo del abandono sistemático desde que comenzó el proceso de concesión en 1992. Y ya van 30 años”, lamenta.
La amenaza que representa el mar es otra preocupación constante. “Desde el 2020 y hasta el 2023, hemos visto cómo el mar ha invadido la zona, algo que ya está reportado. Pero en marzo de este año, volverá a ocurrir”, predice. Así mismo, asegura: “La sal, que proviene del mar y se concentra en las salinas por la evaporación del agua, es vulnerable a la disolución causada por las lluvias. Si no se cuidan los recursos, la cosecha se pierde”. En los últimos cinco años, Cabrales estima que se han perdido unas 125 mil toneladas de sal, lo que se traduce en una pérdida económica cercana a los 50 mil millones de pesos.
“Lo que vemos hoy no es solo una pérdida económica. Es un golpe para la región, para el municipio, para el corregimiento, para el departamento. Este dinero no ha llegado a las comunidades. Y eso es lo más grave, porque aquí se estaba generando riqueza para todos”, comenta Cabrales, dejando claro que la crisis de las salinas no es solo una cuestión de producción, sino de desarrollo regional.
Cabrales también rememora los años dorados de las salinas, entre 1940 y 1992, cuando la industria funcionaba de manera próspera, con la presencia de inversionistas extranjeros y una infraestructura impresionante. “Este lugar era fabuloso por sí mismo. No necesitaba ni alcalde ni gobernador. Todo se hizo respetando el entorno natural. Eso fue lo que me enamoró hace 38 años”, dice con nostalgia.
Sin embargo, ese esplendor se ha ido apagando con el paso de los años, y lo que antes era una industria próspera, ahora lucha por sobrevivir. Cabrales no es optimista, pero su lucha es constante. “Este lugar es un santuario natural, y si no lo protegemos, lo perderemos”, advierte. Su enfoque no es socioeconómico, aunque es consciente de los problemas que enfrenta la región. “No estoy entrando en esos temas ahora. Me estoy concentrando en lo operativo. En lo que nos toca a nosotros, los que estamos aquí, los que trabajamos en las salinas”, afirma.
Mientras las salinas enfrentan un futuro incierto, la historia de Galerazamba, un lugar donde la tierra y el mar se encuentran, sigue siendo una de las más fascinantes de la región. Y aunque el reto es grande, el compromiso de quienes han trabajado durante años en la industria, como Cabrales, es claro: proteger este ecosistema natural y garantizar su legado para las futuras generaciones.
En sus palabras, resuena una reflexión profunda: “No todo el mundo entiende la importancia de las salinas. Pero si no la cuidamos, si no la protegemos, no habrá nada que hacer. Y perderlo sería un golpe irreversible para la región”. Así, con una mirada puesta en el futuro, Cabrales sigue luchando por un legado que está en peligro, pero que aún tiene la capacidad de brillar con la misma fuerza que el sol sobre el mar. COLPRENSA
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