¿De qué sirve el título si no hay trabajo?
- Acta Diurna
- 25 may
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Por: Sergio Andrés Utrera Santander

En Colombia nos encontramos con una situación un poco compleja, una paradoja. Por un lado, cada año miles y miles de jóvenes se gradúan de la universidad, quedando con su título bajo el brazo. ¡Más de 500.000, si sumamos técnicos y tecnólogos también! Pero, ¿qué pasa después? Pues muchos de ellos terminan o sin trabajo o con empleos que no les pagan bien. Las cifras del DANE, por ejemplo, dicen que más de la mitad, el 57% de los jóvenes que estudiaron una carrera superior enfrentan el desempleo o el subempleo.
Entonces surge la pregunta: ¿de verdad sirve tanto esfuerzo, tanto estudio, si luego no hay oportunidades reales para usar ese conocimiento? Es como si el sistema estuviera desconectado de lo que pasa en la realidad. Parece que estamos formando gente para un mundo que, al final, no siempre se parece a lo presupuestado. La educación, por sí sola, no asegura un empleo si el modelo del país no cambia.
El Observatorio Laboral para la Educación nos muestra algo preocupante: menos de la mitad de los que se acaban de graduar consiguen un trabajo relacionado con lo que estudiaron durante el primer año. Y la razón principal detrás de todo esto parece ser un desajuste grande entre lo que se enseña en la universidad y lo que las empresas de verdad necesitan.
Tenemos, por ejemplo, carreras que están llenas de profesionales, hay mucha gente graduada de Derecho, Administración o Comunicación, pero no tantas vacantes de empleo. Al mismo tiempo, hay otros campos donde falta gente cualificada de forma crítica, a pesar de que pagan bien y hay demanda. Estamos hablando de sectores como la tecnología, la agroindustria, las energías renovables o los oficios técnicos.
Y la cuestión es que muchas instituciones educativas siguen enseñando temas que no están muy al día con el mercado laboral. No hay una conexión fuerte con el mundo productivo. Esto hace que los recién egresados salgan sin las habilidades prácticas que les harían más fáciles conseguir un empleo. Y ahí volvemos a la paradoja: mucha gente con título, pero poca con trabajo de calidad.
Una de las causas principales de esta situación entre tener un título y no tener empleo es, simple y llanamente, la falta de planificación. Las universidades a veces abren programas sin fijarse bien si hay trabajo en esos sectores. Y, por su lado, el Estado no ayuda mucho tampoco, pues no regula ni orienta bien la oferta educativa. Es como si las políticas públicas fueran por un camino y el mundo real por otro. No hay coordinación entre lo que los jóvenes eligen estudiar y lo que el país necesita de verdad.
Además, las oportunidades de trabajo y hasta las de formación de calidad están muy concentradas en las ciudades grandes. En las regiones más apartadas o intermedias, es mucho más difícil acceder a empleos que requieran un título.
Si a esto le sumamos que invertimos poco en ciencia, tecnología e innovación, que son áreas clave para generar trabajos buenos y variados, pues el panorama se complica. Sin darle un empujón a sectores nuevos, el país sigue dependiendo mucho de los de siempre, que no crean suficientes puestos para toda la gente nueva que se gradúa.
Esta falta de conexión entre lo que se estudia y dónde se trabaja tiene consecuencias serias para todos. Así, muchos jóvenes profesionales terminan o sin trabajo o aceptando lo que sea, incluso cosas que no tienen nada que ver con su carrera. Este "subempleo" genera gran frustración.
Y ante la falta de salidas, gente talentosa decide irse del país a buscar mejores oportunidades. Esto es lo que llamamos "fuga de cerebros". Profesionales que se formaron aquí, con inversión de todos, termina aportando a otras economías mientras Colombia pierde ese capital humano valioso.
Por si fuera poco, muchos jóvenes acaban en trabajos informales o mal pagados, sin estabilidad ni garantías. Esto vuelve el empleo más precario y a la larga, debilita la economía, porque limita lo que la gente puede consumir, la innovación y el crecimiento que podría ser más sólido.
Parece entonces que estudiar no debería ser una condena al desempleo o a la frustración. Necesitamos urgentemente cambiar la forma en que vemos la educación. No se trata solo de tener un título, un diploma, sino de formar a las personas para que puedan responder a los retos reales que tiene el país. Es vital que el Estado, las universidades y las empresas se pongan de acuerdo y trabajen juntos. Promover más carreras técnicas, invertir en ciencia y que las oportunidades no estén solo en un par de ciudades podrían ser un buen comienzo para que la situación sea más justa y tenga sentido.
Al final, Colombia no necesita más títulos colgados en la pared. Lo que necesitamos son oportunidades de verdad para que todo ese conocimiento que tienen los jóvenes pueda transformar vidas. El Estado tiene que planificar mejor las cosas, las universidades deben ponerse al día, y las empresas tienen que comprometerse a darle una oportunidad al talento joven. Se trata entonces de construir entre todos un país que de verdad valore y aproveche a sus profesionales.
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