La depresión es un problema de salud mental que afecta a mucha gente en el mundo y es un importante factor de riesgo de suicidio, la principal causa de muerte en adultos jóvenes.
El equipo de Jessica Bayes, de la Universidad Tecnológica de Sídney en Australia, ha completado una investigación sobre hasta qué punto la dieta puede influir en el estado de ánimo de la persona, más allá de la alegría pasajera que se siente al comer golosinas y otros alimentos sabrosos, incluyendo los platos favoritos de cada persona, y más allá también de los sentimientos opuestos al comer algo que se detesta.
El estudio, de 12 semanas de duración, se centró en hombres jóvenes. Los sujetos de estudio fueron repartidos al azar entre grupos que siguieron una dieta distinta cada uno.
Al final de las 12 semanas, se constató que los jóvenes que pasaron de seguir una dieta poco saludable a seguir una dieta sana, concretamente la que suele describirse como “dieta mediterránea”, experimentaron una mejora significativa en sus síntomas de depresión.
A grandes rasgos, la dieta mediterránea incluye cantidades generosas de fruta, verdura, legumbres, aceite de oliva y cereales como trigo y arroz, cantidades moderadas de pescado y productos lácteos, y una cantidad limitada de carne roja y de aves de corral.
Los resultados del estudio sugieren que los médicos y los psicólogos deberían considerar la posibilidad de remitir a los jóvenes deprimidos a un nutricionista o dietista como parte importante del tratamiento de la depresión clínica, tal como argumenta Bayes.
El estudio es un impulso más al campo emergente de la psiquiatría nutricional, cuyo objetivo es explorar el efecto que determinados nutrientes, alimentos y patrones dietéticos pueden tener en la salud mental.
Hay mucha más base científica de lo que podríamos creer para el concepto del estado de ánimo regulado por alimentos. Por ejemplo, tal como argumenta Bayes, alrededor del 90% de la serotonina, una sustancia química que nos ayuda a sentirnos felices, es producida en nuestro intestino por nuestros microbios intestinales. Cada vez hay más pruebas de que estos microbios pueden comunicarse con el cerebro a través del nervio vago, en lo que se llama el eje intestino-cerebro. Para tener microbios beneficiosos como los de la clase mencionada, necesitamos alimentarlos con sustancias que precisamente están presentes en cantidades lo bastante grandes en legumbres, frutas y verduras. NCYT
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