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Colombia se alió con China y a EE.UU. no le gustó ni cinco

Por: Rodrigo López Oviedo



Al calor de la IV Reunión Ministerial del Foro CELAC-China, celebrada el pasado 13 de mayo en Pekín, nuestro presidente Gustavo Petro suscribió con Xi Jinping el memorando de adhesión de nuestro país al programa de cooperación internacional conocido hoy como la Nueva Ruta de la Seda.



Pese a tratarse de un acuerdo que no entraña desembolsos para nuestro país, y sí enormes posibilidades de financiamiento de obras de conectividad virtual, terrestre, aérea y marítima que nos permitirán estrechar lazos comerciales con China y los demás países signatarios de esta iniciativa, su suscripción fue recibida por nuestras élites empresariales con poco entusiasmo, cuando no con rotundos rechazos, incluidas algunas referencias a las represalias que podemos recibir de Washington por esta desacostumbrada señal de soberanía.


Tras dichas reacciones, estas castas parecerían querer mostrarnos su preocupación por lo mal que podría irnos con tal acuerdo, pero esto solo es cierto de dientes para afuera. Su intención real es la de continuar por el camino del desprestigio al gobierno Petro, de cuyo accionar cualquier cosa que haga les parecerá mala, así al hacerla también ellas se beneficien.


El que sí está verdaderamente preocupado es Estados Unidos, país que está viendo cómo cada vez son mayores los avances comerciales del gigante asiático dentro de las fronteras mercantiles que antes controlaba de manera omnímoda. No en vano ha comenzado a proferir amenazas, como la de constreñirnos el acceso a recursos de crédito provenientes de organismos que están bajo su influencia, especialmente del BID, y que puedan tener por destino obras en las que participe capital chino.


La Ruta de la Seda es una iniciativa que marcha a paso firme desde hace ya 12 años bajo el liderazgo de Xi Jinping, al igual que esa otra gran iniciativa, más importante aún: la de ponerle fin al mundo unipolar que siguió al derrumbe de la Unión Soviética y, en su lugar, instaurar un nuevo régimen de relaciones internacionales que se caracterice por un multilateralismo auténtico al servicio de todas las naciones del mundo.



A la Nueva Ruta de la Seda ya se han vinculado más de un centenar de países, y Colombia no puede quedarse al margen. Sus ventajas son enormes, como ya lo está evidenciando, por ejemplo, Venezuela, país que, gracias a tan importante vínculo y pese a las sanciones de Estados Unidos y Europa, ha logrado que sus índices de desarrollo de los últimos tres años estén por encima del promedio latinoamericano.


Aprovechar debidamente la suscripción de este acuerdo puede representar para nuestro país un paso más por el camino hacia una auténtica soberanía comercial.

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